Una joven no para de hacer señales con la mano en un avión; cuando la azafata se da cuenta, alerta a las autoridades

Sandra esbozó una rápida sonrisa de disculpa hacia el hombre, tratando de transmitir una sensación de intención inofensiva. «Pensaba que esto era suyo», explicó con una risita nerviosa, tratando de rebajar la tensión. Sin esperar su respuesta, regresó a la seguridad de la galera, con el corazón acelerado. Desde su nuevo punto de vista, siguió observando a la pareja, asegurándose de mantener una distancia prudencial para no levantar más sospechas.

A pesar del contratiempo, la atención de Sandra no vaciló. Observó cómo la mujer reanudaba sus misteriosos gestos con las manos cada vez que la atención del hombre estaba en otra parte, absorto en su teléfono o mirando por la ventana. Estos movimientos no eran aleatorios; eran deliberados, casi como un lenguaje silencioso que sólo ella hablaba. ¿Está intentando decirme algo? Se preguntaba Sandra. Su instinto le decía que había algo más en esas señales de lo que parecía a simple vista.