A medida que el vuelo se acercaba a su destino, Carole se movía por la cabina con determinación, enérgica y decidida. «Estad atentos y seguidme», dijo a sus colegas, disimulando su urgencia con la rutina de las comprobaciones previas al aterrizaje. Asintieron rápidamente, comprendiendo la gravedad tácita de sus palabras.
En el momento en que las ruedas del avión tocaron la pista, un suspiro colectivo de alivio recorrió la cabina. Sin embargo, la voz de Carole, firme y autoritaria, marcó la calma. «Permanezcan sentados con los cinturones abrochados», anunció, sin dejar lugar a la negociación. Era una instrucción estándar, pero tenía un nuevo peso, ya que reflejaba su determinación de garantizar la seguridad del niño hasta que estuvieran seguros en tierra.