En el momento en que el chico se dio cuenta de que Carole se acercaba, sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, y rápidamente volvió a desviar la mirada hacia la ventanilla. «Hola», empezó Carole, tratando de sonar amistosa. «Te he traído un bonito libro para colorear, por si te interesa» Pero el chico no reaccionó en absoluto; ni siquiera miró hacia Carole.
Sabiendo que no tenía mucho tiempo, Carole puso rápidamente el libro de colorear y los lápices en la bandeja del niño. «Si necesitas algo, salúdame, ¿vale? Estaré detrás», le dijo en voz baja, tratando de infundirle seguridad y calidez. Sus ojos se detuvieron en él, buscando cualquier indicio de respuesta o consuelo en su reacción. Sin embargo, mientras esperaba salvar la distancia, Carole vio algo que se movía por el rabillo del ojo.