Tras casi dos horas de espera, Carole vio por fin la oportunidad cuando la mujer fue al baño. Aprovechando la ocasión, Carole inventó una rápida excusa para acercarse al chico. Se dirigió a su colega: «Oye, ¿puedes cubrirme un momento? He visto que al niño se le ha caído el libro de colorear. Voy a devolvérselo, ¿vale?» Su colega asintió, ajena al motivo subyacente de Carole, y Carole lo tomó como su luz verde para comprobar discretamente cómo estaba el niño.
Respirando tranquilamente, Carole cogió un libro para colorear del almacén del avión y se acercó al niño con aire despreocupado. Fue entonces cuando realmente se dio cuenta de lo que le había llamado la atención antes: el chico estaba haciendo gestos peculiares con las manos. Exactamente como le había visto hacer antes, justo cuando subían al avión y la mujer se preocupaba de guardar el equipaje en los compartimentos superiores. Ahora repetía esos gestos. Parecía como si intentara comunicar algo a través de los movimientos de sus manos..