Aunque se estaba haciendo mayor, con frecuencia dirigía sesiones a domicilio para los miembros que no podían asistir por enfermedad, vejez o cualquier otro motivo.
Charles, el marido de Helen, había fallecido a una edad temprana, por lo que ella tuvo que sobrellevar el dolor volcándose en el servicio de la iglesia. A pesar de no poder visitar la iglesia en persona, Helen solía contribuir económicamente a la iglesia, aunque no pudiera visitarla en persona.