Entonces, surgió un patrón peculiar. Todos los jueves, Vincent se embarcaba en un viaje solitario a través de las fronteras estatales, tomando siempre la misma ruta. El investigador lo seguía a una distancia prudencial, observando que Vincent cumplía meticulosamente el mismo horario cada semana.
Cada tarde, el teléfono de Matilda zumbaba con actualizaciones. «Hoy tenemos más imágenes», dijo el investigador, con un tono tranquilo pero serio. La expectación de Matilda aumentaba con cada llamada. «¿Algo importante?», preguntaba, esperando encontrar la prueba perfecta.