Los gorilas no suelen crecer tanto, lo que planteó muchas preguntas a Paul. Como fotógrafo de la vida salvaje, había visto infinidad de cosas y creía haberlo experimentado todo. Pero esta situación era diferente, tan inesperada, tan antinatural, que le dejó profundamente conmocionado.
A Paul le subió la adrenalina y se le aceleró el corazón al enfrentarse a la enormidad de la situación. Comprendió que salvar a este gorila sería la empresa más difícil y peligrosa de su carrera. Sin embargo, no había tiempo para dudas ni temores: la vida de la gorila estaba en juego y, de alguna manera, ella le había elegido a él como última esperanza.