El Dr. Ndaba se colocó justo debajo de las redes, con los brazos preparados para atrapar a los bebés. Paul balanceó la rama con cuidado, apuntando la hoja a las cuerdas. El sudor le corría por la frente mientras se concentraba. El primer golpe falló, rozando la gruesa cuerda sin cortarla.
Con manos firmes, Paul ajustó el ángulo y volvió a golpear. Esta vez, el bisturí cortó la cuerda, deshilachándola ligeramente. Los bebés gemían por encima y sus movimientos hacían oscilar la red. Paul apretó los dientes, decidido a liberarlos a pesar del desafío.