En el corazón de la selva africana, el sol se ocultaba en el horizonte, bañando el denso dosel con una surrealista luz dorada. El fotógrafo Paul Deen estaba agazapado entre la maleza y el objetivo de su cámara enfocaba a una tropa de monos que se balanceaban entre los árboles. La emoción de captar la imagen perfecta le mantenía en vilo, con la respiración contenida y el corazón palpitante.
Mientras Paul seguía enfocando a los monos, le invadió una sensación de inquietud. No podía ignorar la sensación de que le estaban observando, y sus instintos le decían que se mantuviera en alerta máxima. Sin embargo, la cautivadora escena de los monos le cautivó y le hizo olvidar que el peligro estaba más cerca de lo que podía imaginar.