En cuestión de minutos, el teléfono de Julia se inundó. Sus amigas estaban sorprendidas y enfadadas. Nunca habían oído hablar de Harold. ¿Quién era ese hombre y qué podía querer de alguien tan mayor? Le reprocharon que lo mantuviera en secreto, y su amiga más íntima llegó a confesarle su disgusto. «¡¿Cómo puedes enamorarte de un hombre así?!», exclamó, «¿Acaso te parece atractivo?». Julia ya sabía la respuesta y deseaba poder revelar la verdad, pero el miedo le retuvo la lengua.
La decisión de Julia de casarse con Harold fue como saltar de un acantilado a un mar turbulento. Una decisión tan radical no era propia de ella. Sin embargo, parecía que tenía que decir que sí, como si el precio de casarse con él fuera algo que necesitara.