Nerviosa, Julia se aclaró la garganta. Miró al mar de gente que tenía delante y se fijó en sus expresiones de enfado y curiosidad a la vez. Los ciudadanos parecían escépticos, pero había una innegable curiosidad en sus ojos.
Cuando Julia convocó la reunión, todo el pueblo bullía de expectación. Al examinar la sala, se dio cuenta de que todos los asientos estaban ocupados. Una asistencia así no tenía precedentes en una reunión municipal. Había tanta gente que incluso se quedaba de pie en las esquinas; nadie quería perderse ni una palabra de la «cazafortunas Julia».