A pesar de los obstáculos, Julia se centró en mantener la estabilidad para los niños, su resistencia a prueba pero inquebrantable. El dolor se cernía sobre la mansión como una densa nube. Julia, Lucy y Billy encontraron consuelo el uno en el otro, su pérdida compartida los unió aún más. Pasaban los días recordando a Harold, compartiendo historias y aprendiendo a sobrellevar su dolor. A pesar de la mirada escrutadora del pueblo, poco a poco se iban recuperando y su vínculo se hacía cada vez más fuerte.
Un día, mientras Julia observaba a Lucy y Billy jugando en el jardín, tomó una decisión. Había llegado el momento de que la gente del pueblo comprendiera sus verdaderos motivos. Una mezcla de miedo y determinación la invadió. Sabía que estaba a punto de provocar una tormenta, pero estaba preparada para afrontarla.