No había mucho tiempo para pensar en ello. De repente, la puerta se abrió de golpe; era la organizadora de su boda, que le informaba de que la música de la procesión había comenzado. Ya podía caminar hacia Harold.
Caminar sola hacia el altar era angustioso. Nadie estaba allí para acompañarla, ni su padre ni su madre, y mucho menos sus amigos.