Julia los llevó a casa y, al llegar, se quedó boquiabierta. «¡Santo cielo!», exclamó, provocando las risitas de los niños, que se hicieron eco de sus palabras. Julia recordaba que esperaba que no contaran su arrebato a Harold.
Ahora estaba allí, enfundada en su vestido de novia, lista para casarse con Harold. Reflexionando sobre estos recuerdos, apenas podía creer que éste iba a ser su nuevo hogar. ¡Y sería suyo! Su vida estaba a punto de experimentar una transformación total.