Jason los observaba desde su escondite, con su equipo tenso y preparado. Los ojos de los ladrones se iluminaron al ver las cajas llenas de oro, y su cautela inicial se vio sustituida por una codiciosa euforia. Sin pensárselo dos veces, se dirigieron hacia el cebo con las bolsas colgadas al hombro, ansiosos por hacerse con su premio.
Sus susurros se convirtieron en murmullos de júbilo cuando abrieron las cajas. «Mira todo esto», dijo uno, conteniendo a duras penas su entusiasmo. «Es mejor de lo que esperábamos» Empezaron a llenar apresuradamente sus bolsas, sin darse cuenta de que Jason y su equipo estaban escondidos a pocos metros.