En varios puntos -cerca del comedor, la piscina, la cubierta de observación- los pasajeros oyeron al personal hablar en voz baja sobre el supuesto cargamento de oro. El cebo estaba puesto y ahora sólo quedaba esperar a que los ladrones picaran el anzuelo.
El plan de Jason era sencillo pero estratégico: si conseguían reunir a todos los pasajeros en el auditorio, todo el barco estaría despejado, lo que les permitiría a él y a su equipo evitar cualquier enfrentamiento arriesgado en zonas concurridas. Los ladrones, atraídos por la promesa del oro, se dirigirían directamente a la bodega de carga.