El crucero bullía de actividad, ajeno al peligro que acechaba en su interior. Jason sabía que había mucho en juego; si un solo miembro de la banda empezaba a sospechar, podrían tomar rehenes entre la tripulación o los pasajeros, creando un escenario aún más mortífero. La tensión en la sala era palpable.
Jason habló por fin y expuso un plan audaz. En primer lugar, pidió al capitán que se pusiera en contacto con la patrulla marítima y les transmitiera la situación. A continuación, sugirió que, en lugar de aislar a los delincuentes uno por uno, idearan una operación coordinada para hacerlos salir juntos, un único movimiento decisivo para detenerlos a todos a la vez.