Los guardias de seguridad se apresuraron a agarrar al ladrón por los brazos cuando intentaba coger el portátil. Jason se unió a ellos y ayudó a sujetar al hombre con la cuerda y las bridas que habían traído, atándole las manos y los pies con eficacia. El ladrón forcejeó, pero el equipo de Jason se mantuvo firme, asegurándose de inmovilizarlo.
Condujeron al hombre atado a un armario, donde lo escondieron para evitar levantar sospechas entre los pasajeros o alertar a sus cómplices. Jason cerró la puerta y echó una última mirada al ladrón capturado. Esta pequeña victoria no hizo sino avivar su determinación de acabar con toda la banda.