Un hombre se encuentra con un ciervo congelado en medio de una ventisca

Se quedó mirando por la ventana, observando cómo empezaban a caer los primeros copos de nieve, ligeros al principio, pero con un ritmo constante y deliberado. La visión le encogió el corazón. Sabía que la tormenta no haría más que empeorar y que el cervatillo no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir al frío.

La idea de que el ciervo se congelara lo atormentaba, apretando el nudo de ansiedad en su pecho. No podía dejar que ocurriera. Desde el salón, vigilaba al ciervo con la esperanza de que su madre apareciera pronto y lo pusiera a salvo.

Pero a medida que pasaban las horas, su esperanza se desvanecía. Decidido a actuar, Allan se puso un jersey más, una bufanda gruesa y un par de viejos guantes de jardinería, con la esperanza de que le protegieran. Sintiéndose voluminoso e inseguro, se preparó para lo que le esperaba. No podía quedarse de brazos cruzados.