Un hombre se encuentra con un ciervo congelado en medio de una ventisca

Allan dio un paso atrás, con el corazón martilleándole, dándose cuenta de lo vulnerable que era en aquella situación. Dudó, su instinto de ayudar chocaba con el peligro evidente y presente. Se dio la vuelta y volvió a entrar, con la respiración agitada.

Cerró la puerta tras de sí y se apoyó en ella, con la mente acelerada. No podía dejar a la cría de ciervo a la intemperie con el frío que hacía, pero la amenaza de ser atacado por un ciervo salvaje se cernía sobre sus pensamientos.

Los ciervos son conocidos por ser muy territoriales y, si se lastimaba, ¿quién estaría allí para ayudarlo? Estaba solo, sin nadie que se ocupara de él si las cosas iban mal. La perspectiva de una mala caída o un ataque grave era más que dolorosa: podía ser catastrófica. Pero tampoco podía dejar que un animal muriera congelado en su patio trasero.