Un hombre se encuentra con un ciervo congelado en medio de una ventisca

Allan salió una vez más, su aliento visible en el aire helado, se dio cuenta de que algo andaba mal. El ciervo no sólo estaba acurrucado contra la valla en busca de calor, sino que estaba enredado. Sus delicadas patas estaban atrapadas entre los listones de madera, la frenética lucha evidente en los arañazos y piquetes doblados. El cervatillo llevaba horas sin moverse.

Arrodillándose con cautela, Allan examinó la situación. El pelaje del animal estaba resbaladizo por la escarcha, sus movimientos eran débiles y su respiración entrecortada delataba agotamiento. Supuso que había estado huyendo, tal vez de un depredador o de un perro, y que se había quedado atrapado en un pánico ciego. La visión era a la vez lamentable e inquietante.