Un hombre se encuentra con un ciervo congelado en medio de una ventisca

El alivio invadió a Allan y sus hombros se hundieron al liberarse la tensión. Cuando Allan miró por la ventana, se dio cuenta de que la tormenta por fin había amainado. La nieve había dejado de caer, dejando un manto tranquilo y quieto sobre el mundo exterior. Las calles brillaban bajo las farolas y el caos de la tormenta había sido sustituido por una calma serena.

Agotado por el calvario de la noche, finalmente se dirigió a casa. La calidez de su cama, que había anhelado desde la noche, le ofrecía ahora un respiro del frío y la preocupación que se habían apoderado de él. Se quedó dormido, y el sueño lo venció en cuanto tocó la almohada.

Cuando Allan se despertó a la mañana siguiente, lo primero que pensó fue en la cría de ciervo. Se vistió rápidamente, ansioso por ver cómo estaba. Las carreteras, aunque seguían cubiertas de nieve, eran ahora mucho más seguras, la furia de la tormenta era ya un recuerdo lejano.