Los minutos se alargaban, cada uno de ellos parecía una eternidad mientras la nieve se arremolinaba con más furia a su alrededor. Pero entonces, un pequeño movimiento llamó la atención de Allan. La cabeza del ciervo se levantó ligeramente, sus fosas nasales se encendieron mientras olfateaba el aire, el olor de las zanahorias finalmente lo alcanzó.
Lenta y cautelosamente, se acercó, impulsado por el hambre. Agarró la primera zanahoria, la masticó con avidez y se detuvo para evaluar la situación. Poco a poco, la cría de ciervo siguió el rastro, con movimientos cuidadosos y deliberados.
Allan observaba con la respiración contenida, sintiendo una mezcla de alivio y tensión a medida que el cervatillo comía cada trozo de zanahoria. El animal parecía volverse más audaz con cada bocado, el atractivo de la comida superaba su cautela inicial.