Jeremy corrió hacia la cocina y se dirigió directamente al congelador. Cogió una bolsa de salchichas, con la esperanza de que el tentador olor alejara al osezno. Envolviéndose la mano en una manta gruesa para protegerse de posibles mordiscos y arañazos, se dirigió rápidamente a la cocina, con la determinación endureciéndose a cada paso.
Encendió la parrilla y las salchichas chisporrotearon al chocar contra la superficie caliente. El sabroso aroma llenó rápidamente el aire, calentando la habitación y el ánimo de Jeremy. Emplató las salchichas con cuidado y se adentró en la gélida noche, desafiando a los elementos con renovada determinación.