Una fuerte sensación de urgencia se apoderó de Jeremy a medida que la nevada se hacía más espesa. La madre osa aún no había aparecido para llevar a sus oseznos a un lugar seguro y Jeremy sabía que no podía intentar rescatarlos él solo. Sin embargo, cuanto más esperase, mayor sería el riesgo de que los oseznos se congelasen en el intenso frío.
Jeremy estaba sentado junto a la ventana, mientras la nevada se convertía en una constante cortina blanca. Sentía un desgarrador sentimiento de impotencia, la urgencia de la situación pesaba sobre él. Sin saber qué hacer, cogió el teléfono y llamó a la protectora de animales local.