Los ojos del osezno siguieron cada uno de sus movimientos, pero no pareció hacerle daño en absoluto. En lugar de eso, se movió ligeramente, mostrando algo oculto bajo su vientre. El corazón de Jeremy latía con fuerza cuando oyó unos sonidos débiles y extraños, unos ruidos suaves y apagados que le resultaban desconocidos e inquietantes.
Lo primero que pensó Jeremy fue que el extraño sonido podía ser de otro cachorro, tal vez un hermano. Esta idea no hizo más que aumentar su preocupación: si había varios cachorros, aumentaba la posibilidad de que la madre estuviera cerca. Se le hizo un nudo en el estómago y volvió rápidamente a la casa.