Daniella había salido de excursión aquel domingo, buscando refugio del torbellino de su vida. Los plazos del trabajo, el zumbido constante de las responsabilidades… todo eso la agobiaba. La naturaleza siempre había sido el remedio de Suzy, su mejor amiga, una ávida excursionista, y hoy, Daniella pensó que también podría ayudarla a ella.
Los densos bosques, con su encanto tranquilo, prometían un tipo de paz que ella necesitaba desesperadamente. El sendero se extendía ante ellas, con la luz del sol filtrándose entre las copas de los árboles. Suzy guiaba el camino, sus pasos seguros contrastaban con la cautela de Daniella.