El alce se acerca a una mujer y ella decide seguirle

La belleza del bosque parecía una máscara engañosa que ocultaba la amenaza que acechaba bajo la superficie. Los instintos de Avery le pedían a gritos que diera media vuelta, que se retirara a la seguridad que había conocido. Pero los penetrantes ojos del alce la mantenían cautiva, con una intensidad antinatural imposible de ignorar.

Este intercambio silencioso y sin palabras la mantuvo clavada en el sitio, una mezcla de empatía y curiosidad que la empujaba a superar sus miedos. Cuando Avery se acercó a la tienda, observó signos de una salida precipitada: la entrada estaba torcida, la tela desgarrada y las cremalleras fuera de su sitio.