Aquel gesto inesperado fue como un mensaje silencioso que cruzaba la línea divisoria entre especies. El tacto del oso era suave, como si intentara compartir algo profundo con Hazel sin pronunciar una sola palabra.
Hazel se quedó paralizada, atrapada en un momento que parecía la calma que precede a la tormenta. Su miedo desapareció, sustituido por una extraña sensación de deber. La intensa mirada del oso parecía comunicarle su angustia, forjando una conexión que desafiaba su terror inicial.