Una mujer sigue a un oso hasta el bosque después de que se le acercara inesperadamente en la parada del autobús

Envuelta por el silencio opresivo y las amenazas ocultas del bosque, Hazel sintió una inquietante conexión con lo salvaje, como si la propia naturaleza contuviera la respiración, a la espera de que algo desconocido se desplegara.

Los ojos del oso hablaban de confianza y desesperación, y se dirigían a ella de una forma que no podía ignorar. Mientras intentaba descubrir algo más, la mano de Hazel rozó algo inusual: un viejo y desgastado diario enterrado bajo las agujas de un pino.