Ya no estaba simplemente perdida en el bosque; se sentía impulsada a descubrir la verdad. El peso del misterio se apoderó de Hazel mientras la luz del sol bailaba entre los árboles, arrojando un resplandor inquietante sobre el campamento.
La belleza del bosque parecía una máscara engañosa que ocultaba la amenaza que acechaba bajo la superficie. Los instintos de Hazel le pedían a gritos que diera media vuelta, que se retirara a la seguridad que había conocido. Pero los penetrantes ojos del oso la mantenían cautiva, con una intensidad antinatural imposible de ignorar.