Finalmente se obligó a incorporarse, con el cuerpo dolorido por el cansancio. Su primer instinto fue comprobar el nivel del agua. Subió cautelosamente las escaleras y miró hacia abajo, a la tenue luz de la planta baja sumergida. Su todoterreno, apenas visible a través del agua, aún tenía los faros parpadeando por el cortocircuito. Las alarmas se habían silenciado, pero el daño ya estaba hecho.
La casa gemía bajo el peso de la inundación, la estructura estaba tensa por la presión constante. Cuando Aditya se asomó por encima de la barandilla, se detuvo. La planta baja seguía sumergida, el agua turbia se arremolinaba lentamente y los escombros flotaban perezosamente bajo la superficie.