Las aguas se tragaron su casa, pero con ellas flotó algo aterrador.

En algún momento de la noche, el agua había subido lo suficiente como para inundar la planta baja, llegando hasta el todoterreno aparcado de Aditya. El repentino contacto del agua con los componentes electrónicos activó la alarma, y el estridente gemido atravesó la tormenta. Aditya esperaba que se extinguiera por sí solo, pero no fue así.

No era sólo su coche. Por todo el barrio, otras alarmas empezaron a sonar a medida que el agua se filtraba en los vehículos aparcados en la calle. Uno a uno, los sonidos agudos resonaron en el aire, compitiendo con el viento y la lluvia. El ruido constante y desgarrador aumentaba el caos y hacía imposible conciliar el sueño.