Pero entonces, justo cuando el avión se preparaba para embarcar, lo vio. Fue como si su corazón hubiera dejado de latir de repente. Su cuerpo se convirtió en una estatua y un silencio ensordecedor envolvió su mundo. ¿Qué demonios?
El corazón de Lena martilleaba desbocado en su pecho mientras miraba boquiabierta al hombre sentado al final del pasillo. Su cuerpo se paralizó y lo único que pudo hacer fue mirar fijamente al hombre del asiento 37A. ¿Qué demonios hacía allí? No podía ser posible.