Natalie jadeó, sintiendo que su corazón se aceleraba. No podía creer lo que estaba viendo al final del pasillo del avión. Repitiendo «No, no, no», intentó negarlo. La situación parecía imposible, pero allí estaba, justo delante de ella, desafiando su sentido de la realidad.
Volvió a mirar los familiares ojos marrones del hombre, sintiéndose entumecida. No podía ser él, pero el parecido era asombroso. Quiso gritar, pero la conmoción le impidió hacerlo. Su mente se esforzaba por aceptar la visión y sus ojos se clavaban en él con incredulidad.
El hombre era ajeno a la agitación que se producía en la mente de Natalie. Actuaba como si todo fuera bien y preparaba la maleta con calma. Al observar su rostro y sus manos, Natalie se sintió segura de que era su padre. Pero, ¿era realmente él? La idea puso su mundo patas arriba, dejándola sólo con preguntas..