A Peter le encantaba recibir a su familia en su extensa mansión. Las veladas se llenaban de risas, las de su familia, mientras Cindy permanecía al margen de las conversaciones, invisible. Pero cuando Cindy pedía invitar a sus padres a cenar, Peter siempre tenía una excusa. «Este fin de semana no», o peor: «No estarían cómodos aquí»
El rechazo escocía. Los padres de Cindy, humildes y amables, no se parecían en nada a la elitista familia de Peter. Sin embargo, Peter ni siquiera podía dedicarles una tarde. Cindy empezó a preguntarse: ¿Peter la quería, o sólo la idea de ella? Sus actos eran más elocuentes que cualquier promesa que hubiera hecho.