Las peleas se colaban en su rutina nocturna como un reloj. Cindy pedía conexión, empatía. Peter, sin embargo, parecía obsesionado con el estatus y las apariencias. La aprobación de su familia se convirtió en su obsesión, y Cindy no era más que otra pieza de su gran despliegue: una esposa que encajaba en la imagen, pero no en su corazón.
Cada gala familiar era una prueba. Cindy soportaba las miradas gélidas y los comentarios cortantes de los padres de Peter, los murmullos sobre su origen, su «falta de refinamiento» Cuando intentaba hablar con Peter, él desestimaba sus quejas. «Estás exagerando», le decía, con un tono tan frío como el vino que servían.