Kiara abrió la caja lentamente y la luz se reflejó en la esmeralda que ocupaba el centro del antiguo engaste. El anillo era precioso, el tipo de pieza que antes parecía una promesa, un símbolo de su futuro. Ahora le parecía un cruel recordatorio de todo lo que se había visto obligada a abandonar.
Cerró la caja, con la respiración agitada. Era hora de deshacerse del pasado. El anillo, la ciudad, el trabajo, todo. Ya no necesitaba nada de eso. Con un profundo suspiro, Kiara tomó una decisión. Vendería el anillo. Había dejado de aferrarse a lo que ya no le servía. Era hora de seguir adelante, de una vez por todas.