El dolor era agudo, como un dolor constante en el pecho. No sólo había perdido a Ethan, sino también a la persona que creía su mejor aliado. Cada rincón de SilverMoore, antes lleno de promesas, era ahora un recordatorio de la angustia que había sufrido. Su mundo era ahora más pequeño y el peso de la traición la asfixiaba.
Lo peor era que Kiara no podía escapar. El contrato de dos años que había firmado con su empresa la mantenía atada a la ciudad, obligándola a permanecer en un lugar lleno de recuerdos de todo lo que había perdido. Cada día le resultaba difícil avanzar, como caminar entre la niebla.