Una mujer vendió el anillo que le regaló su ex. Cuando el joyero lo vio, ¡no podía creer lo que veía!

Durante los diez minutos siguientes, la joyería permaneció en calma, casi engañosa. Un par de clientes entraron, charlando amablemente con el suave zumbido de la música clásica. Admiraron los expositores, compraron pequeñas baratijas y se marcharon, con el rostro relajado. Kiara apenas se dio cuenta. Estaba ensimismada, imaginando una vida lejos de SilverMoore, una vida en la que por fin podría respirar libremente.

El timbre de la puerta volvió a sonar, pero Kiara no se molestó en levantar la vista. Supuso que era otro cliente y siguió con la mirada perdida en el suelo. El débil sonido de unos pasos se acercó al mostrador, y entonces la voz del señor Hermann atravesó el aire tranquilo. «Gracias por venir tan rápido… Es ella, justo ahí», dijo, con voz aguda y pausada.