Kiara entró en la joyería con decisión. Tras dos años de angustia y dolor, por fin estaba preparada para deshacerse del último recuerdo doloroso de su relación fallida. Esperaba que este paso marcara el comienzo de un nuevo capítulo en su vida.
Sacó con cuidado el anillo con esmeraldas incrustadas de su estuche y se lo entregó al Sr. Hermann, el joyero. Por su belleza y su intrincado diseño, Kiara creía que alcanzaría un precio justo. Después de todo lo que Ethan le había hecho pasar, le pareció que era lo menos que podía darle indirectamente.
El señor Hermann examinó el anillo y su expresión cambió al abrirse de par en par los ojos. Kiara supuso que se debía a su excepcional valor y sintió una oleada de optimismo. Pero entonces, su mirada se tornó seria. Lo que siguió fue algo que Kiara jamás habría imaginado, ni en un millón de años.