Todos sus instintos le decían a Jonathan que debía guardarse esta angustiosa información hasta saber más. No había necesidad de dañar la recién recuperada fe del pueblo en él. Pero permaneció vigilante, siguiendo cada movimiento del hombre sospechoso desde las alturas. Por si acaso.
Jonathan vigiló a la figura sospechosa, siguiendo sus movimientos pero sin encontrar pruebas sólidas de delito. El hombre, vestido de forma desaliñada, buscaba en el bosque por senderos extraños y serpenteantes, pero siempre desaparecía antes de cruzarse con otros buscadores.