Una mañana, la luz del sol se filtró por los huecos de las cortinas, iluminando suavemente la habitación.George aún dormía, pero un suave sonido procedente del teléfono de Zoe le despertó. Salió de su letargo, abrió los ojos y miró la pantalla suavemente iluminada del teléfono de Zoe.
Había aparecido un nuevo mensaje. George sabía que debía respetar la intimidad de Zoe; era una norma tácita. Pero algo poderoso, una mezcla de curiosidad e inquietud, se apoderó de él. Se sintió obligado a leerlo. ¿Quizá fue su instinto?