Otros hablaban de ruidos espeluznantes procedentes de su casa a altas horas de la noche: arañazos y aullidos débiles y afligidos que parecían flotar en la oscuridad. Estos ruidos no hacían sino aumentar la ya de por sí espeluznante reputación de la casa.
Los niños del vecindario, siempre deseosos de un poco de emoción, se retaban unos a otros a aventurarse cerca de la propiedad del señor Carlton. Se reunían al borde del jardín y miraban a través de los huecos de la valla con ojos muy abiertos y temerosos.