«Sé que no está bien. Cuando la rescaté, era sólo una joven loba herida. No podía dejarla sufrir sola en la selva. Cuando empezó a recuperarse, me planteé devolverla a la naturaleza, pero su comportamiento dio un giro que me inquietó», continuó.
Empezó a actuar de forma impredecible y temí que me atacara. Así que decidí que era más seguro tenerla aquí», explicó Carlton. Henry pudo ver la profundidad del creciente apego del señor Carlton en la forma en que acunaba la cabeza de la loba.