Una noche, tras darse cuenta de que el perro había permanecido fijo en el mismo lugar durante mucho más tiempo de lo habitual, Henry decidió investigar más a fondo. La casa siempre le había parecido un poco anticuada, pero ahora, con su aire de secretismo y la espeluznante obsesión del perro, parecía más el escenario de una novela gótica que una típica casa de los suburbios.
Cuando Henry se acercó a la esquina desde donde miraba el perro, vio que el papel pintado estaba descolorido y desconchado. Pasó los dedos por su superficie, sintiendo los bordes desmoronados bajo su tacto.