Wade se detuvo en ciertos pasajes que mencionaban lugares concretos y tiempos de preparación, y la admiración del escritor, antaño esperanzada, se convirtió en una inquietante necesidad de encontrar a la escurridiza cría a cualquier precio. En las últimas entradas, el diario rebosaba de sombría resolución.
Las páginas estaban llenas de diagramas de trampas cuidadosamente dibujados, instrucciones para mezclar potentes sedantes y listas de materiales para construir trampas de alambre. El escritor ya no calificaba a estas criaturas de «majestuosas» o «vitales para el ecosistema», sino que hablaba de ellas en términos de beneficios, prestigio y fama si conseguía filmar en exclusiva al raro alce blanco.