Más de una vez miró por encima del hombro, imaginando ojos en la oscuridad que le juzgaban por aquella locura. El bosque parecía cargado, cada silueta de pino se transformaba en una presencia amenazadora.
Sin embargo, el alce seguía adelante, resuelto, como guiado por una directriz tácita. Cada vez que vacilaba, Wade se encontraba esperando, con el cuerpo tenso por la aprensión pero el corazón blando por la simpatía. Se dio cuenta, con una repentina sacudida de ansiedad, de que no tenía ni idea de lo lejos que habían llegado.