El corazón de Wade latía con fuerza mientras las historias de agresiones de alces se agolpaban en sus pensamientos. Un movimiento en falso y aquella criatura podría matarlos a los dos. En circunstancias normales, los alces eran dóciles a menos que se vieran amenazados, pero uno herido era impredecible. Los ojos de Wade se desviaron hacia una herida abierta en la pata trasera del alce, por la que corría la sangre.
Sus instintos le pedían a gritos que saliera corriendo o que apartara a Milo, pero el miedo le mantenía clavado en su sitio. Cuando el alce se acercó dando un paso vacilante, Wade sintió más que vio temblar el suelo bajo su peso.