Su perro se adentró de repente en el bosque y lo que encontró a continuación le heló la sangre

Una nueva oleada de pánico surgió. Milo no se había escapado. Frotándose las manos escocidas, Wade pensó en pedir ayuda, pero se dio cuenta de que cada momento perdido podía poner en peligro al perro. Agarró una rama caída y la siguió, con el corazón palpitante.

El bosque se volvió denso rápidamente. Bajo el dosel, la luz se atenuaba hasta casi la oscuridad. Wade tropezó con raíces enmarañadas y pasó entre arbustos enganchados. Los ladridos de Milo reverberaban en ráfagas cortas, guiándole más profundamente de lo que nunca se había aventurado. Inesperadas visiones de depredadores, trampas y peligros asaltaron su mente, pero siguió adelante.